Argentina y el mundo entero reconocen un hecho histórico significativo. Hecho 
histórico que se repite toda vez que un evento socialmente reconocido como injusto contra una persona levanta los ánimos de muchas otras personas que deciden protestar.
La historia cuenta que el 17 de octubre de 1945 sucedió algo muy llamativo e inusual. Una gran multitud se mostró en calle exigiendo que Juan Perón sea liberado. En estos días, por ejemplo, se usa repetidamente la figura del 17 de octubre para pedir la liberación de Lula en Brasil.
Más allá de interpretaciones, que las hay desde diferentes puntos de vista, lo que no se puede negar es que ese 17 de octubre hubo una clara exégesis laica y social sobre un determinado efecto político incluyendo, como siempre en estos casos se incluye, una mirada hacia un futuro distinto.
Nadie puede negar la importancia de ese 17 de octubre y los temores que el elenco de facto gobernante tuvo consigo para tomar la decisión que tomó.
Juan Perón y Eva Duarte subían muchísimos escalones en la consideración social e internacional. Tampoco eso puede dudarse si se piensa que el más prolífico de los autores de musicales “Broadway”, Andrew Lloyd Weber, ha recurrido a esta pareja política para una propuesta que, hoy día, sigue vigente.
Los eventos son los eventos…
Los sucesos son los sucesos…
Podrá ser del gusto o no de cada intérprete y ciudadano argentino pero, lo que no puede negarse, es su significancia.
Para un ingeniero y un economista no es tan significativo el 17 de octubre sino el 18.
El día después.
Se sabe que una gran cantidad de gente puso su carga emotiva y sentimental para pedir que algo se modifique, o que se mantenga la modificación, en cabeza de un político que estaba trabajando en sintonía con esos sentimientos.
El 18 de octubre asoma como el principio de esa modificación donde se validó socialmente una mecánica que debía articularse y materializarse para que esas personas, las que motivadas por sus necesidades concentraron su esfuerzo para que se active lo que la figura de Perón proponía, puedan confiar que eso va en serio. Que vino para quedarse.
¿Perón? No.
¿Lo que se reflejaba en Perón? Si.
Un plan socioeconómico en ese momento sería lo más importante a pensar y estructurar.
Un plan donde los requisitos del cliente, esto es, la ciudadanía, obtenga su respuesta de calidad apropiada. Así, como la respuesta de calidad que me brinda Havanna o Balcarce en un alfajor que pretende ser una buena respuesta a mis requisitos de lo que yo se, y ellos suponen, que debe ser un alfajor.
El 18 de octubre se podía echar todo a ganar, o todo a perder. Switchea en semejantes resultados el diseño, dimensionado, instrumentación, comando y control del plan que pueda interpretar esa necesidad en el marco de las restricciones que nuestro país tenía.
La envergadura del trabajo, y el espectro de riesgos que se activan no es nada menor y por eso, no es tanto el 17 de octubre sino el 18.
No había chance de cambio social sin un plan para gestionar y aprender.
La ausencia de plan es falla segura y, de yapa, mala praxis.
Argentina en estos días vuelve a tener severos índices inflacionarios y los últimos dos gobiernos no han sabido cómo resolverlo.
Nuestro Presidente, y su elenco de gobierno, se han concentrado más en lo figurativo del 17 de octubre que del 18. Tanto ímpetu en pos de un cambio social debiera también cambiado lo que, a decir del oficialismo, era lo más fácil de resolver.
Bueno, el 18 se sigue riendo a la espera que en algún momento decidan encararlo.
¿Cómo?
Inflación es una suba de precios sistemática. No solo suben los precios sino que existe un desequilibrio que mantiene ese mecanismo activo. En la última etapa de la inflación, así como un torniquete para la sangre de una herida, toda inflación es monetaria. Lo que no es tan fácil de entender que lo monetario también es un efecto.
¿Cuál sería ese desequilibrio?
Un desfase entre las políticas de inversión y de ahorro. Mientras el ahorro no alcance para financiar la inversión, ese desequilibrio hará subir los precios.
¿Porqué el volumen de ahorro no puede financiar la inversión?
Porque no existen proyectos de inversión que puedan activarse toda vez que, la mirada monetaria, tiende a quitar el dinero de los bolsillos de la clase media suponiéndose con bastante criterio que esta clase comprará cada vez menos. Si eso es así ¿para que invertir en ampliar capacidades? Con ajustar por precio los excedentes de dinero que eventualmente queden es suficiente. Por esto, las empresas tienden a no ampliar sus capacidades de producción, ello implica no invertir y, el sobrante de dinero de ahorro disponible, se canaliza a LEBACs, LETES, LELIQ, o fugas hacia un colchón, una caja de seguridad, o una offshore, como dice nuestro Ministro Caputo que, en eso, tiene razón.
Profesor José Luis Infante 